Los viñedos de Jurançon son la joya de la región de Béarn, y se extienden sobre 1.400 hectáreas de verdes colinas con impresionantes vistas de los Pirineos. Estos viñedos de ladera se benefician de un microclima excepcional, que combina las influencias de la montaña con la suavidad del océano, lo que confiere a los vinos una identidad única.
Aquí no hay grandes e imponentes castillos, sino un mosaico de pequeñas parcelas escondidas en la curva del camino, moldeadas por hombres y mujeres apasionados. Estos viticultores, verdaderos artesanos de la tierra, perpetúan su saber hacer ancestral con un profundo respeto por su terruño. Cada finca, a menudo familiar, cuenta una historia, la historia del vínculo entre las vides, la tierra y las generaciones que las han sucedido.
Las variedades de uva emblemáticas de Jurançon, Petit Manseng y Gros Manseng, son los pilares de esta producción vinícola. Estas uvas, vendimiadas a mano y a veces tarde para los vinos dulces, dan lugar a crus con encantadores aromas de melocotón, pera, vainilla y a veces incluso frutas exóticas y miel. El Jurançon seco, crujiente y fresco, se distingue por su mineralidad, mientras que el Jurançon dulce, rico y generoso, ofrece una complejidad aromática inigualable.
Versátil y refinado, el Jurançon tiene cabida en todas las mesas:
- Como aperitivo, su frescura y elegancia le conquistarán.
- Con foie gras, se convierte en un clásico imprescindible.
- Con pescados nobles, como el salmón ahumado o el rodaballo.
- De postre, es el acompañamiento perfecto de los dulces.
Entre visitas a las fincas, degustaciones en el corazón de las bodegas y paseos por el campo ondulado, cada momento pasado en estos viñedos es una invitación a descubrir y compartir.